martes, 20 de julio de 2010

Cómo sobrevivir a la peluquería

Por: Daniela Di Segni

En mi barrio, aunque resulte raro, hay once peluquerías en un radio de unas diez cuadras. Uno diría que las vecinas no deberíamos tener problemas de belleza. Pero no. Porque ninguna de ellas es muy buena. Donde te tiñen bien hacen mal los reflejos; donde cortan bien tiñen mal; donde peinan bastante bien cortan muy mal. O la manicura es mala o la depiladora no es buena.

¿Por qué resultará tan complicado lo de la peluquería? Debiera ser sencillo que la persona que te atiende comprendiera lo que pides.

Pero no es así. Le ruegas que te corte poco porque te tarda mucho en crecer y te rapa porque: “necesitaba darle forma a tu cabeza”. Le dices: “no me hagas demasiados reflejos, no quiero quedar muy rubia”, sales como Barbie. Le pides: “déjamelo bastante largo como para sujetarlo si hace mucho calor”, te lo deja escalonado y no lo sujetas con ninguna hebilla existente. Le pides: “péiname hacia atrás, lacio, sin vueltas para que no me de trabajo” y no sabes por qué te arma un mechón parado hacia delante y una especie de bucles a los costados.

Tal vez sea un problema mío de comunicación; como presiento que no me entienden ya ingreso en el local mal predispuesta. Pero después hablo con mis amigas y, si dejo de lado a dos de ellas que se atienden desde hace diez o doce años con la misma peluquera, veo que las otras tienen problemas parecidos a los míos.

No es menor tampoco el tema de las esperas. Pides turno, cuando te lo dan, y esperas igual un buen rato porque o faltó una de las chicas o esa señora tiene un casamiento importante y decidió hacer todos los tratamientos disponibles en el lugar.

No sería nada si una pudiera pasarlo entretenida. Pero las revistas disponibles son sólo de las que hablan de la farándula y el jet-set, de aquí o de otros países. Puros chismes, peleas entre estrellas, declaraciones sexy de alguna estrellita en ascenso o intimidades de alguna vedette venida a menos. Lo peor es que las leo igual, porque quiero ver la ropa que usan en los eventos. Bien o mal me entretengo durante un rato.

Sucede a veces que, como excepción, encuentro una nota medianamente interesante. En ese caso, cuando estoy en el medio de la lectura viene la niña de la tintura y me dice: “Por favor, quítate los anteojos por un ratito que te voy a teñir”. Casi siempre me quedo sin saber si es cierto que comer demasiado azúcar hace muy mal o si la actriz que vi en un episodio en la tele haciendo de malvada finalmente se va a separar o no de su bonito novio.

También me ha pasado que me dije: “Qué lindo modelo, me dan ganas de copiarlo” al ver a la Princesa Máxima de Holanda en una cena de caridad. Dejé de pensar en la copia cuando me di cuenta de que el ejemplar era de dos años antes, porque la carísima revista española solo llega de tercera mano a las peluquerías del barrio.

Y luego está el tema de las manos y los pies. En verano no es problema porque vas con sandalias y todo bien. Pero, ¿cuánto tiempo se necesita para que no se arruine el esmalte dentro de un par de botas de invierno y con medias? Por mi experiencia… deben ser unas ocho horas.

Con las manos es distinto. La manicura termina de pintar y te dice: “Quédate quieta un rato hasta que seque bien”. Suficiente para que te pique algo o estornudes y precises sacar el pañuelo o para que suene el celular que está en el fondo del bolso. Por fin, pasa media hora pero entonces tienes que pagar y nueve de diez veces te estropeas una uña recién pintada abriendo la billetera. La muchacha te mira un poco enojada cuando vas a pedirle que te la retoque…

Consejos para sobrevivir a un/a peluquero/a mandón/a

* Trata de ir a la peluquería con las ideas claras (no suele ser fácil). Si quieres que no te corten… que no te corten.
* Explica claramente lo que deseas (no suele ser fácil). Si no estás muy segura pide que te muestren como queda el color en una muestra, el peinado en una foto, etc.
* Si estás dispuesta a un cambio y le tienes confianza a quien te atiende, entrégate y deja que haga lo que propone. A veces hay que jugarse (no suele ser fácil).
* Si te sientes mal o estás deprimida no intentes grandes cambios porque es probable que no te satisfagan luego. Confórmate con un buen lavado y peinado.
* Si sientes que te mandonean, que no logras imponerte y no sales conforme, cambia de peluquería.
A todas estas, ¿cómo es la peluquería de tu barrio?