WASHINGTON, julio 20 de 2010. (Reuters) - Las mujeres mayores que no quieren envejecer mentalmente deberían cuidar su cuerpo: investigadores hallaron una relación entre el deterioro del cerebro y el aumento de peso.
Por cada punto adicional en una escala de obesidad, el desempeño en el razonamiento, la memoria y otras funciones mentales disminuyó, dijo el equipo de la doctora Diana Kerwin, de la Northwestern University, en Chicago.
"Lo que encontramos es que, en realidad, la obesidad en sí misma es un factor de riesgo independiente en el declive del rendimiento cognitivo", sostuvo Kerwin en una entrevista telefónica.
El equipo usó datos del Women's Health Initiative, un estudio nacional sobre enfermedad y muerte entre mujeres estadounidenses. Luego comparó el índice de masa corporal (IMC), una medida usada por médicos e investigadores para evaluar la obesidad, con un test que evaluó la rapidez mental.
La prueba examinó la memoria, el pensamiento abstracto, la escritura y las capacidades temporales y espaciales de orientación de mujeres de entre 65 y 79 años.
Entre las 8.745 mujeres que completaron el test, por cada punto de más en la escala de IMC se registraba un punto menos en el examen mental, reportó el equipo en el Journal of the American Geriatric Society.
"Mientras que el puntaje de las mujeres seguía dentro del rango normal, el aumento de peso definitivamente tuvo un efecto negativo", agregó.
"Incluso si (una persona) tiene presión arterial normal y no es diabética, de todos modos habría que considerarlo como un factor de riesgo independiente para la salud cerebral", sostuvo.
Kerwin está conduciendo otros estudios para ver si el lugar donde se encuentra la grasa es relevante, por ejemplo, alrededor de la cintura o en las caderas.
Pero, por ahora, dijo que el dato importante es que las mujeres mayores con obesidad, "aunque tengan presión normal, no sean diabéticas y tengan un colesterol normal, deben discutir esto con sus médicos".
El IMC se calcula dividiendo el peso en kilos por la altura en metros cuadrados. Una persona de 165 centímetros tiene sobrepeso si tiene un IMC de 25, es decir, pesa 68 kilos, y es obesa con un puntaje de 30, cuando pesa 82 kilos.
Editado en español por Juana Casas
martes, 20 de julio de 2010
Cómo sobrevivir a la peluquería
Por: Daniela Di Segni
En mi barrio, aunque resulte raro, hay once peluquerías en un radio de unas diez cuadras. Uno diría que las vecinas no deberíamos tener problemas de belleza. Pero no. Porque ninguna de ellas es muy buena. Donde te tiñen bien hacen mal los reflejos; donde cortan bien tiñen mal; donde peinan bastante bien cortan muy mal. O la manicura es mala o la depiladora no es buena.
¿Por qué resultará tan complicado lo de la peluquería? Debiera ser sencillo que la persona que te atiende comprendiera lo que pides.
Pero no es así. Le ruegas que te corte poco porque te tarda mucho en crecer y te rapa porque: “necesitaba darle forma a tu cabeza”. Le dices: “no me hagas demasiados reflejos, no quiero quedar muy rubia”, sales como Barbie. Le pides: “déjamelo bastante largo como para sujetarlo si hace mucho calor”, te lo deja escalonado y no lo sujetas con ninguna hebilla existente. Le pides: “péiname hacia atrás, lacio, sin vueltas para que no me de trabajo” y no sabes por qué te arma un mechón parado hacia delante y una especie de bucles a los costados.
Tal vez sea un problema mío de comunicación; como presiento que no me entienden ya ingreso en el local mal predispuesta. Pero después hablo con mis amigas y, si dejo de lado a dos de ellas que se atienden desde hace diez o doce años con la misma peluquera, veo que las otras tienen problemas parecidos a los míos.
No es menor tampoco el tema de las esperas. Pides turno, cuando te lo dan, y esperas igual un buen rato porque o faltó una de las chicas o esa señora tiene un casamiento importante y decidió hacer todos los tratamientos disponibles en el lugar.
No sería nada si una pudiera pasarlo entretenida. Pero las revistas disponibles son sólo de las que hablan de la farándula y el jet-set, de aquí o de otros países. Puros chismes, peleas entre estrellas, declaraciones sexy de alguna estrellita en ascenso o intimidades de alguna vedette venida a menos. Lo peor es que las leo igual, porque quiero ver la ropa que usan en los eventos. Bien o mal me entretengo durante un rato.
Sucede a veces que, como excepción, encuentro una nota medianamente interesante. En ese caso, cuando estoy en el medio de la lectura viene la niña de la tintura y me dice: “Por favor, quítate los anteojos por un ratito que te voy a teñir”. Casi siempre me quedo sin saber si es cierto que comer demasiado azúcar hace muy mal o si la actriz que vi en un episodio en la tele haciendo de malvada finalmente se va a separar o no de su bonito novio.
También me ha pasado que me dije: “Qué lindo modelo, me dan ganas de copiarlo” al ver a la Princesa Máxima de Holanda en una cena de caridad. Dejé de pensar en la copia cuando me di cuenta de que el ejemplar era de dos años antes, porque la carísima revista española solo llega de tercera mano a las peluquerías del barrio.
Y luego está el tema de las manos y los pies. En verano no es problema porque vas con sandalias y todo bien. Pero, ¿cuánto tiempo se necesita para que no se arruine el esmalte dentro de un par de botas de invierno y con medias? Por mi experiencia… deben ser unas ocho horas.
Con las manos es distinto. La manicura termina de pintar y te dice: “Quédate quieta un rato hasta que seque bien”. Suficiente para que te pique algo o estornudes y precises sacar el pañuelo o para que suene el celular que está en el fondo del bolso. Por fin, pasa media hora pero entonces tienes que pagar y nueve de diez veces te estropeas una uña recién pintada abriendo la billetera. La muchacha te mira un poco enojada cuando vas a pedirle que te la retoque…
Consejos para sobrevivir a un/a peluquero/a mandón/a
* Trata de ir a la peluquería con las ideas claras (no suele ser fácil). Si quieres que no te corten… que no te corten.
* Explica claramente lo que deseas (no suele ser fácil). Si no estás muy segura pide que te muestren como queda el color en una muestra, el peinado en una foto, etc.
* Si estás dispuesta a un cambio y le tienes confianza a quien te atiende, entrégate y deja que haga lo que propone. A veces hay que jugarse (no suele ser fácil).
* Si te sientes mal o estás deprimida no intentes grandes cambios porque es probable que no te satisfagan luego. Confórmate con un buen lavado y peinado.
* Si sientes que te mandonean, que no logras imponerte y no sales conforme, cambia de peluquería.
A todas estas, ¿cómo es la peluquería de tu barrio?
En mi barrio, aunque resulte raro, hay once peluquerías en un radio de unas diez cuadras. Uno diría que las vecinas no deberíamos tener problemas de belleza. Pero no. Porque ninguna de ellas es muy buena. Donde te tiñen bien hacen mal los reflejos; donde cortan bien tiñen mal; donde peinan bastante bien cortan muy mal. O la manicura es mala o la depiladora no es buena.
¿Por qué resultará tan complicado lo de la peluquería? Debiera ser sencillo que la persona que te atiende comprendiera lo que pides.
Pero no es así. Le ruegas que te corte poco porque te tarda mucho en crecer y te rapa porque: “necesitaba darle forma a tu cabeza”. Le dices: “no me hagas demasiados reflejos, no quiero quedar muy rubia”, sales como Barbie. Le pides: “déjamelo bastante largo como para sujetarlo si hace mucho calor”, te lo deja escalonado y no lo sujetas con ninguna hebilla existente. Le pides: “péiname hacia atrás, lacio, sin vueltas para que no me de trabajo” y no sabes por qué te arma un mechón parado hacia delante y una especie de bucles a los costados.
Tal vez sea un problema mío de comunicación; como presiento que no me entienden ya ingreso en el local mal predispuesta. Pero después hablo con mis amigas y, si dejo de lado a dos de ellas que se atienden desde hace diez o doce años con la misma peluquera, veo que las otras tienen problemas parecidos a los míos.
No es menor tampoco el tema de las esperas. Pides turno, cuando te lo dan, y esperas igual un buen rato porque o faltó una de las chicas o esa señora tiene un casamiento importante y decidió hacer todos los tratamientos disponibles en el lugar.
No sería nada si una pudiera pasarlo entretenida. Pero las revistas disponibles son sólo de las que hablan de la farándula y el jet-set, de aquí o de otros países. Puros chismes, peleas entre estrellas, declaraciones sexy de alguna estrellita en ascenso o intimidades de alguna vedette venida a menos. Lo peor es que las leo igual, porque quiero ver la ropa que usan en los eventos. Bien o mal me entretengo durante un rato.
Sucede a veces que, como excepción, encuentro una nota medianamente interesante. En ese caso, cuando estoy en el medio de la lectura viene la niña de la tintura y me dice: “Por favor, quítate los anteojos por un ratito que te voy a teñir”. Casi siempre me quedo sin saber si es cierto que comer demasiado azúcar hace muy mal o si la actriz que vi en un episodio en la tele haciendo de malvada finalmente se va a separar o no de su bonito novio.
También me ha pasado que me dije: “Qué lindo modelo, me dan ganas de copiarlo” al ver a la Princesa Máxima de Holanda en una cena de caridad. Dejé de pensar en la copia cuando me di cuenta de que el ejemplar era de dos años antes, porque la carísima revista española solo llega de tercera mano a las peluquerías del barrio.
Y luego está el tema de las manos y los pies. En verano no es problema porque vas con sandalias y todo bien. Pero, ¿cuánto tiempo se necesita para que no se arruine el esmalte dentro de un par de botas de invierno y con medias? Por mi experiencia… deben ser unas ocho horas.
Con las manos es distinto. La manicura termina de pintar y te dice: “Quédate quieta un rato hasta que seque bien”. Suficiente para que te pique algo o estornudes y precises sacar el pañuelo o para que suene el celular que está en el fondo del bolso. Por fin, pasa media hora pero entonces tienes que pagar y nueve de diez veces te estropeas una uña recién pintada abriendo la billetera. La muchacha te mira un poco enojada cuando vas a pedirle que te la retoque…
Consejos para sobrevivir a un/a peluquero/a mandón/a
* Trata de ir a la peluquería con las ideas claras (no suele ser fácil). Si quieres que no te corten… que no te corten.
* Explica claramente lo que deseas (no suele ser fácil). Si no estás muy segura pide que te muestren como queda el color en una muestra, el peinado en una foto, etc.
* Si estás dispuesta a un cambio y le tienes confianza a quien te atiende, entrégate y deja que haga lo que propone. A veces hay que jugarse (no suele ser fácil).
* Si te sientes mal o estás deprimida no intentes grandes cambios porque es probable que no te satisfagan luego. Confórmate con un buen lavado y peinado.
* Si sientes que te mandonean, que no logras imponerte y no sales conforme, cambia de peluquería.
A todas estas, ¿cómo es la peluquería de tu barrio?
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